Primera Lectura

Tito 1, 1-5

Yo, Pablo, soy servidor de Dios y apóstol de Jesucristo, para conducir a los elegidos de Dios a la fe y al pleno conocimiento de la verdadera religión, que se apoya en la esperanza de la vida eterna. Dios, que no miente, había prometido esta vida desde tiempos remotos, y al llegar el momento oportuno, ha cumplido su palabra por medio de la predicación que se me encomendó por mandato de Dios, nuestro salvador.

Querido Tito, mi verdadero hijo en la fe que compartimos: te deseo la gracia y la paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro salvador. El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como te lo ordené.

Meditatio

Cuando Jesús pensó en la comunidad que habría de conocerle, amarle y servirle por medio de la predicación y experiencia de otros hermanos, ciertamente que pensó en la iglesia; sin embargo, Jesús no se preocupó, tal vez ni siquiera lo pensó, en la manera en que dicha comunidad se estructuraría. La estructura de la iglesia es una aportación de los apóstoles, quienes, viendo hacia el futuro, pensaron en la mejor manera de ser fieles al evangelio de Jesús, por una parte, pero también se preocuparon por la constitución de la iglesia como comunidad humana.

Ciertamente que toda comunidad requiere de organización, dado que busca unos fines y cuenta para ello con ciertos medios, a esta exigencia no escapa la iglesia que tiene como fin la proclamación del reinado de Dios anunciado por Jesús y cuenta para ello con los medios que Jesús le ha dejado. Pablo nos muestra cómo entre los intereses que tuvo la iglesia primitiva, estaba la estructuración de la comunidad cristiana.

No se trata de grupitos independientes, o de iniciativas pasajeras, se trata de establecer la estructura que ha de dar soporte a la iglesia como comunidad humana pero también como comunidad convocada y reunida por Dios. Jesús, la verdadera buena noticia del cristianismo y de la iglesia, es el gozne en el que descansa la vida de la iglesia, mientras él siga siendo el por qué y el para qué de la iglesia, la estructura será siempre definida y sostenida por el Espíritu Santo que es quien dirige a la iglesia y quien le orienta en el camino más adecuado para permanecer dócil y fiel a su Señor.

Oratio

Señor Dios y Padre nuestro, que has querido que tu salvación llegue a todos los hombres a través del sacramento de la iglesia, ayúdanos a amarla con amor filial y que por su intercesión, seamos dignos de la vida que Jesús nos ha granjeado con su obediencia hasta la muerte de cruz. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Actio

Hoy dedicaré mi oración a Dios por la iglesia para que siempre sea dócil al Espíritu Santo y fiel al evangelio de Jesús.


PrematSep24


Evangelio

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Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha".

Les dijo también: "¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra".

Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Reflexión

Jesús nos presenta cómo es que crece el Reino. Nos deja ver que no es nuestro esfuerzo el que hace crecer el reino sino la fuerza y la vida que ya está en él. A veces pensamos que nuestro esfuerzo de evangelización no está resultando y no da fruto.

Sin embargo, la acción escondida de Dios en el corazón de aquellos con los que compartimos la Palabra y nuestro testimonio cristiano, va haciendo germinar en ellos la vida del Espíritu. Por otro lado, parecería que nuestro esfuerzo es muy pequeño, sin embargo, ese pequeño grano, ese esfuerzo por hacer que Dios sea conocido y amado, crecerá con la gracia de Dios, hasta ser un gran árbol.

Por lo que no debemos desanimarnos; lo que Dios espera de nosotros es que ayudemos a esparcir la semilla y que tengamos fe en el poder que encierra en sí mismo el Evangelio y el testimonio cristiano.