Lectio divina
Pbro. Ernesto María Caro
Presentación ¿Qué es? La Lectio Divina, más que un método de lectura y oración de la Biblia, es una experiencia de Dios, pues a partir del conocimiento del texto escrito se busca la experiencia fundante que está como base de toda la revelación. En sí todo texto escrito es fruto de una experiencia vivencial del escritor sagrado o del pueblo; una experiencia de encuentro y conocimiento de Dios que lo ha marcado, y ha tenido la capacidad de transmitir aquello que ha sido determinante en su vida o en el de la comunidad, como ser el descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos en la revelación explícita. Este hecho que ha sido impactante y que lo ha llevado a conocer al Señor que lo ha tocado y marcado, lo ha puesto por escrito. De ahí, que el texto en sí mismo es una experiencia de Dios, en la que el creyente, al acercarse al texto escrito, debería hacer su propia experiencia de Dios, partiendo del texto revelado, buscar el encuentro vivencial con el Señor. La Lectio Divina más que un método de lectura de la Biblia es una EXPERIENCIA DE ENCUENTRO CON EL SEÑOR, pues la dinámica interna de los pasos que sugiere no se agotan en el texto en sí, sino que los trasciende haciendo que, partiendo del texto escrito en la Biblia, se busque el encuentro personal con el Señor. De ahí, que la Lectio Divina es una instancia para una experiencia espiritual, buscando rehacer y retomar la experiencia original del escritor sagrado actualizándola en la propia vida. Este proceso de búsqueda del Señor es una experiencia mística, donde no entra únicamente lo intelectual, sino que es una experiencia de Dios en el hoy, aquí y ahora. De nada sirve conocer lo que han sentido y vivido otros personajes si uno mismo no es capaz de hacer esa experiencia. Es esto lo que posibilita y facilita la Lectio Divina, pues por medio de una lectura gradual del texto se va profundizando y adentrando en el mensaje que transmite, buscando al Señor que se da a conocer por medio de esa revelación. Es por eso que la Lectio Divina no es simplemente un método de lectura, que se limita y agota en el texto escrito, sino que partiendo del texto de la Escritura favorece la búsqueda del Señor, siendo él el sentido de toda la lectura y de la búsqueda del Señor. La Lectio Divina, como medio para la experiencia de Dios a partir de la Escritura, no se agota en el texto escrito en sí, eso no es el fin del método, sino que partiendo del texto se busca al Señor, para encontrarlo vivo y presente en su Palabra escrita, para reconocerlo en su palabra viva en la vida de cada día. Y de este encuentro con el Señor, que siempre es un encuentro vivo y actual, que siempre es novedoso, que siempre tiene facetas y modos diferentes y únicos, se llega a la vida, que es el lugar donde se cataliza y se visualiza toda experiencia de Dios. Es en el actuar, en la cotidianeidad del día a día, donde aquello que fue rezado se debe manifestar. Es por esto que la Lectio Divina, si bien trabaja el texto escrito, lo profundiza, lo reflexiona, lo reza, siempre tiene la perspectiva de la vida, siempre busca aplicar esa palabra al día a día, a hacer vida aquello que fue conocido por medio de la Escritura. Para los cristianos, el texto bíblico no es meta en sí misma, no buscamos apenas conocer cosas de la Biblia para repetirlos mecánicamente, sino que la finalidad y la meta de la revelación es la adhesión consciente, libre y amorosa a Aquel que se nos ha revelado en las Escrituras. Es por esto que decimos que la Lectio Divina nos introduce a una experiencia de Encuentro con Señor por medio de pasos que van profundizando el texto bíblico. Pues es sabido que lo fundamental no es saber cosas de la Biblia, sino vivirlas y hacerlas actitudes y gestos concretos, actualizando la vida y el proyecto del Señor Jesús. Decimos que la Lectio Divina favorece un encuentro con el Señor, ya que la metodología no se limita ni se agota en tratar el texto en sí mismo, buscando conocer su situación, su estructura, su gramática, ni su teología. Todo esto sí se tiene en cuenta, y son la base para cualquier reflexión bíblica, de hecho, estos aspectos son considerados en la LECTURA y la MEDITACION. En la medida que se tenga información sobre el texto, será de mayor utilidad a la hora de buscar aplicar este pasaje a la propia vida, evitando así una manipulación del mensaje que nos transmite el pasaje bíblico. Pero la Lectio Divina tiene todavía otros pasos que llevan a que todo el conocimiento que se pueda tener de las Escrituras sean un medio para llegar al Señor, ya que la finalidad de toda nuestra fe es el encuentro vivencial con el Señor. De ahí, que después de haber conocido el texto bíblico por medio de la lectura y la meditación de dicho pasaje, se pasa a la ORACIóN, pues una vez que uno haya tenido esa experiencia de encuentro con el Señor, que lo haya conocido, que se haya buscado el conocimiento íntimo del Señor, viendo, reflexionando, conociendo sus actitudes, su manera de ser, sus sentimientos y habernos colocado delante de él para mirarnos a la luz de su Palabra, en la oración, uno coloca todo lo que se está viviendo en sus manos, pidiendo su ayuda y su gracia para iluminar y dar sentido a toda la vida a la luz de la Palabra del Señor. De allí se busca el encuentro vital, personal, transformador con el Señor, por medio de la CONTEMPLACIóN. Y esto es el punto alto, la cima y el culmen de toda la Lectio Divina. Es aquí donde uno se mete en el mundo de Dios, donde ya no hay reglas, ni estrategias, ni metodologías, donde simplemente se vive la experiencia de la gratuidad del Señor, que se da a conocer y que busca el encuentro con nosotros. Y esto es el mundo de la gracia de Dios, donde nada es debido y todo es don y gratuidad. De este encuentro con el Señor, se desprende el paso siguiente, la ACCIóN. Esto es como una consecuencia natural, donde el texto ya no es fin en sí mismo, sino que eso busca iluminar la propia vida, de ahí que se pretende asumir la propuesta hecha en las Escrituras, haciéndola vida en nuestro hoy, aquí y ahora, sabiendo que el texto sagrado no es información, sino que es una buena nueva, que la debemos hacer vida, para tener la vida que solamente el Señor nos la puede dar. Esta dinámica que parte del texto y que busca reflejarla en la vida, viviendo la propuesta de vida que el Señor hace a través de las Escrituras, es la motivación y el espíritu de la Lectio Divina, es decir, buscar conocer, amar y seguir al Señor, imitándolo y viviendo su estilo de vida. La Lectio Divina propone un método centrado en la Palabra escrita, pero cuya finalidad básica y fundamental es el Señor. Jesús, como centro y sentido pleno de toda la Escritura, es al que se busca, es a él a quien se quiere conocer, es a él a quien se quiere imitar y seguir, buscando adquirir “la ciencia suprema de Jesucristo” (Flp 3, 8). Este conocimiento vivencial y existencial de la Escritura pretende y apunta a crear discípulos, aprendices del evangelio; personas que, enamoradas del Señor, busquen identificarse con la propuesta y el estilo de vida del Señor Jesús. De ahí que se busca conocer para imitar, adherirse para identificarse, en vista a la vida para hacer vida aquello que fue conocido. Actitud La Palabra no es magia, no es automática. El hecho de utilizar unos pasos que en sí son medios para el encuentro con el Señor, no significa ni garantiza un encuentro vital. Es verdad, que ella es siempre eficaz, pero no es automática, no es algo mecánico, sino que requiere una disposición, es imprescindible una apertura y una docilidad a la acción del Señor en uno por medio de su Palabra. Siempre va a requerir una respuesta a la manifestación y a la acción de Dios en nuestra vida. La Lectio Divina, y en sí la lectura de la Sagrada Escritura, es un adentrarse en el mundo de la gracia, en el mundo de Dios, donde todo es don, donde todo es gratuidad, donde todo es manifestación del Señor, donde nada es debido, sino que todo es expresión de amor. El encuentro con el Señor por medio de su Palabra es algo vital, es algo renovador y transformador, es acción directa del Espíritu Santo por medio del texto escrito, pero es fundamental una respuesta a esa manifestación, que requiere una correspondencia, al amor preferencial del Señor que se revela por medio de su Palabra. Si de verdad hay encuentro con el Señor, nunca, de ninguna manera, uno puede salir siendo la misma persona. Eso no, sino que el encuentro lleva a la transformación y esta transformación es respuesta y docilidad a la acción del Señor en uno mismo. Una metodología para una espiritualidad bíblica. La Lectio Divina es una metodología que busca profundizar el texto bíblico en vista a la vida, que trasciende lo escrito para adentrarse en el mundo de Dios que está como base de toda la Escritura. En sí es una experiencia espiritual con la Biblia, haciendo que ella sea Palabra viva de Dios para cada uno de nosotros por medio de la oración. Es un modo de asumir la espiritualidad, es tener la Biblia como elemento básico de toda la vida, es hacer de la Palabra escrita el alimento diario para la fe. Es buscar al Señor por medio de la Palabra que se revela en ella, para encontrarlo vivo y presente en el hoy, aquí y ahora. La Palabra escrita en la Biblia es un medio para el conocimiento y el encuentro con el Señor, de ahí que ella es fuente de vida espiritual tanto personal como comunitaria. En la medida que cada uno tenga familiaridad con la Palabra, que se acostumbre a leerla personalmente, a rezarla y a utilizarla como medio para el encuentro vivencial con el Señor, el encuentro comunitario será mucho más rico y profundo, pues será un compartir las experiencias y las riquezas del encuentro con el Señor a partir de la Palabra. La Lectio Divina no es simplemente pasos para conocer la Biblia, sino un medio privilegiado para conocer existencial y vivencialmente la Palabra, para hacer de la Escritura el alimento y la vitalidad para la vida de fe. Pasos La Lectio Divina busca profundizar el texto de la Biblia por medio de cinco pasos que son consecutivos y concadenados, pues uno está en relación al otro y el anterior da elementos al posterior, llevando a un conocimiento gradual del texto, teniendo diferentes acercamientos al texto escrito, buscando el mensaje que transmite y la actualidad que tiene para nuestra vida, queriendo así hacer vida la propuesta que nos presenta el Señor por medio de su Palabra escrita. De ahí que los pasos de la Lectio Divina son medios que, partiendo del texto, se busca iluminar y transformar la vida. Con la Lectio Divina se busca el encuentro personal y vivencial con el Señor, para esto se parte del texto escrito, pero la meta no es lo escrito, sino Aquel que suscitó la Escritura y que motivó al escritor sagrado a comunicarlo. Esto es gracia y don del Señor, de ahí la necesidad de acercarse al texto de la Biblia con el corazón abierto y disponible para escuchar al Señor y que de esa escucha surja el encuentro vivo y actual con él, que siempre está presente y es el que nos motiva a conocerlo y amarlo por medio de su Palabra. En la Lectio Divina se siguen cinco pasos, que son momentos de oración y de búsqueda del Señor, como son: LECTURA, MEDITACIóN, ORACIóN, CONTEMPLACIóN ACCIóN. Estos pasos son medios y no fin, de ahí que se los debe seguir como ayudas, pero no ser rígidos en su utilización, esto todo depende de la situación. Como criterio para seguir los pasos, es el ENCUENTRO con el Señor. Siendo así es de considerar que una es la actitud en la oración personal, donde estos pasos se relativizan y se flexibilizan, pues se los utiliza en la medida que ayuden y favorezcan ese encuentro con el Señor. En la oración individual uno debe detenerse en el momento en el que el Señor haya iluminado o inspirado, es ahí donde se debe profundizar y dejarse conducir por el Espíritu; habiendo sentido la presencia o la acción del Señor en uno, ya no es necesario hacer todos los pasos, es simplemente deleitarse de la Palabra o de la inspiración del Señor y quedarse en su presencia siendo transformado por la presencia y la acción del Señor. En cambio, cuando se realiza la Lectio Divina en grupos, allí es recomendado y aconsejable realizar todos los pasos, para ir formando la mentalidad y el corazón de los participantes, para que partiendo del texto, del compartir las inspiraciones que el Señor suscita y enriquecerse con la sabiduría de la Palabra, que eso ilumine la propia vida y cuestione la manera como se está viviendo, en vista a manifestar con actitudes y gestos concretos aquello que fue reflexionado, rezado y contemplado. Es de insistir, los pasos son medios, como también toda la Lectio Divina es medio y no fin, lo mismo que la Biblia en sí misma, ella no es fin, sino medio para el conocimiento de la revelación y de la manifestación del Señor. 1. Lectura. ¿Qué dice el texto? La LECTURA atenta y pausada de la Palabra escrita del Señor, es la base y el corazón de la Lectio Divina. Sin un conocimiento claro y preciso del texto, será imposible realizar los siguientes pasos de la metodología. La LECTURA es determinante para todo el método, pues si no se conoce lo que dice y transmite el pasaje, si no se entiende lo que dice la Escritura, es imposible hacer la meditación o la contemplación, como tampoco ver el actuar, aquello que se debe poner en práctica. Para una recta interpretación es determinante una lectura atenta, detenida y creyente del texto. Una LECTURA de fe, con espíritu de discípulo, con corazón abierto y disponible, buscando conocer y profundizar aquello que el Señor nos transmite es la base para cualquier reflexión bíblica. Para nosotros que creemos, nuestro acercamiento al texto es la de un creyente y un discípulo, donde más allá de hacer un estudio detallado del texto, de conocer su estructura interna, el contexto donde fue generado, la actitud ante el texto de la Escritura es una actitud de fe, buscando conocer el mensaje que transmite para hacerlo vida y asimilarse al Señor Jesús, de ahí, que nuestra lectura no es neutra, sino la de un creyente, que encuentra en ella una revelación del Señor y una propuesta de vida. 1.1 Actitudes y disposiciones para la lectura: Hacerla desde la Biblia y con la Biblia. Tener el corazón abierto y disponible para escuchar al Señor. 1.2 Formas de proclamar la Palabra Anuncio y proclamación de la Palabra. Lectores intercalados. Por versículos. Por personajes. 1.3 Otros recursos para la lectura. Recomponer el texto. Existe la posibilidad de que uno del grupo recuente, relate aquello que fue leído, y el grupo va completando lo que no fue dicho. También es posible que todo el grupo en conjunto vayan recomponiendo paso a paso el contenido de la lectura. De esta manera, es fundamental el rol del animador, para ir dando la palabra e ir recomponiendo paso a paso todo el pasaje. Lectura en Eco. 1.4 Riesgo o cuidado para la LECTURA. El riesgo de la LECTURA es presuponer que ya se conoce el pasaje, que ya se lo ha escuchado, cayendo en la rutina, haciendo una lectura superficial, sin prestar atención a cada palabra que está escrita, que en sí es siempre nueva. De ahí, la importancia de hacer lectura conciente, sabiendo que aquello que se está leyendo es Palabra de Dios. 2. Meditación. ¿Qué nos dice el texto? La MEDITACIóN es adentrarse en el texto, es profundizarlo, no quedarse en la información recibida en la lectura, sino ir más allá, haciendo una relectura atenta, viendo el sentido del pasaje, buscando el mensaje que transmite, actualizando ese mensaje a nuestra realidad personal, comunitaria y social. La MEDITACIóN es ir más allá de lo que se ha escuchado en la lectura, es buscar la riqueza que encierra, es descubrir el mensaje actual, vivo y comprometedor que el Señor nos transmite por medio de su Palabra, que es siempre viva y eficaz, que es más tajante que espada de doble filo (Heb 4, 12). La MEDITACIóN es una experiencia de escuchar al Señor que se manifiesta y que se comunica por medio de la experiencia de los demás del grupo. Es abrirse a la acción de Dios, no solo en su Palabra, que es siempre eficaz, sino que también se lo busca encontrar y escuchar en cada persona que participa de la reunión, sabiendo que el Espíritu Santo actúa en todos y en cada uno de nosotros. Sabiendo que el Señor actúa y se manifiesta como, cuando y en quien quiere, es fundamental dar espacio para que cada uno del grupo pueda compartir lo que esa Palabra le dice, dar a conocer la riqueza que ha encontrado en ella, dando a conocer lo que el Señor le inspira y le dice. Esto es una oportunidad de ver como el Señor actúa de manera única y personal en cada uno del grupo a partir de un texto que es común para todos. La Lectio Divina, no es una oración donde se busque ponerse todos de acuerdo sobre un punto, es simplemente compartir aquello que el Señor va inspirando por medio de su Palabra, de ahí que en la MEDITACIóN puede haber diversas opiniones, que se deben respetar, en ciertos casos aclarar o definir cosas que no corresponden a la verdad del texto, pero en general, no es necesario ponerse de acuerdo en lo que se está compartiendo, es simplemente transmitir y dar a conocer con sencillez y humildad lo que se descubre en el texto, y como el Señor inspira y toca a cada uno con esa lectura. El compartir tampoco debe llevar al debate ni a la discusión, ¡no!, es sólo comunicar lo que cada uno ve y descubre en el texto con una actitud de fe. La MEDITACIóN parte del texto, es sobre el texto, y es a partir del texto, para compartir lo que se ve, se descubre, se conoce, se siente del texto de la Escritura. Es imprescindible que el punto de referencia sea única y exclusivamente el texto de la Escritura. Ahí no es el momento para hacer comentarios paralelos sobre otros temas, sino que todo debe girar en torno a la Escritura. El espíritu y el clima de la MEDITACIóN debe ser la participación y el mutuo enriquecimiento, es un buscar en grupo lo que el Señor nos transmite por medio de su Palabra. 2.1 CóMO hacer la MEDITACIóN Preguntas. Esas preguntas son graduales, pues se parte de una muy sencilla e ingenua, para ir tratando gradualmente el texto en sí mismo, profundizando versículos o palabras. En sí las preguntas son un medio para el diálogo, un instrumento para el compartir. Ver los VERBOS. El relato. Independiente del cómo se haga la MEDITACIóN, es imprescindible que siempre esa reflexión termine con una alusión a nuestra realidad actual, a nuestro hoy, aquí y ahora, aplicando ese pasaje y ese mensaje a nuestra realidad cotidiana, que ella nos haga pensar en la manera de cómo estamos asumiendo esa Palabra en nuestra vida y lo que estamos haciendo al respecto. De ahí que, al finalizar la MEDITACIóN, siempre es bueno preguntarse: y a nosotros, a mí, ¿qué nos dice este pasaje?, ¿a qué nos compromete y cómo nos interpela? 2.2 Riesgo en la MEDITACIóN. Un riesgo siempre actual es querer manipular la Palabra, hacerla decir lo que uno quiere oír o lo que le interesa, tergiversando el sentido propio y original del texto. Es ahí donde la comunidad o el grupo manifiesta el sensus ecclesie, el sentir de la Iglesia, dando a conocer aquello que hace parte de la propia fe que se desprende de una lectura fiel de la Palabra. Por otro lado, existe el riego de que una o dos personas monopolicen y acaparen la reunión, haciendo de ella no una oración, sino una charla o una clase. En esos casos el animador del grupo está obligado a dar la palabra a otros. En la MEDITACIóN debe primar el sentido común, la caridad y la solidaridad, dando espacio para que todos participen y haya un mutuo enriquecimiento. 3. Oración. ¿Qué le digo al Señor sobre...? Este paso de la ORACIóN puede resultar innecesario, pues uno dirá, ¿qué acaso la lectura, no es oración?, ¿qué acaso la meditación y la reflexión, no son oración?, ¿y la contemplación...?, naturalmente que todo es oración, y todo es medio para el encuentro con el Señor, pero se coloca este paso que se le llama ORACIóN, buscando que esa palabra que fue leída y conocida en la LECTURA, que fue profundizada y reflexionada en la MEDITACIóN, que sirvió de medio para el encuentro de corazón a corazón con el Señor en la CONTEMPLACIóN, ahora se pretende iluminar nuestra vida personal o comunitaria a la luz de esa Palabra pidiendo la gracia para vivirla, o agradeciendo por el don que ella significa, o alabando al Señor por lo que ha implicado su revelación o su persona. La ORACIóN es un recurso que se propone para que a partir de la Palabra se aplique el mensaje que ella transmite a nuestra realidad, buscando identificarnos con el mensaje que transmite y comunica. Como toda oración y todo encuentro, en sí, no hay reglas ni normas fijas. En este paso de la ORACIóN cada uno, a partir del texto leído, meditado y contemplado le pide, o le agradece al Señor por lo que crea más conveniente. Es actualizar esa Palabra en nuestra vida actual. 3.1 Riesgo. Es el divague, es no aplicar la Palabra a la propia vida, a la familia o a la comunidad. El peligro de la ORACIóN es hacer oraciones tan generales y sobre cualquier cosa, que se aplicarían muy bien a cualquier texto. En cambio aquí, lo que se busca es que ese texto reflexionado diga algo a la realidad que estamos viviendo. 4. Contemplación. ¿Qué me hace decirle al Señor? La CONTEMPLACIóN es, en sí misma, la oración más profunda y personal. Allí ya no entra solo el saber y el conocer cosas de la Biblia, sino que es el encuentro personal y directo con el Señor. Ahí ya no cuenta la información que se posea, sino cómo se utiliza todo eso que se sabe de Dios, ya no para hablar del Señor sino CON éL. Si en toda la Lectio Divina no existe una regla fija, sino que son pasos abiertos en busca del Señor por medio de su Palabra, en la CONTEMPLACIóN esto es la norma. Pues aquí uno se está metiendo en el mundo de Dios, donde no existen reglas, sino donde todo es gracia y don. En la CONTEMPLACIóN se parte del texto que se leyó y se meditó, todo aquello que se ha dicho, que se ha escuchado, que se ha conocido ahora sirve de medio para hablarle al Señor de corazón a corazón. La CONTEMPLACIóN es buscar que la experiencia que ha tenido el escritor sagrado al comunicarnos el texto revelado, que eso se actualice en uno mismo a partir de lo que fue conocido. Es conocer vivencialmente al Señor no solo intelectualmente, sino adentrándose en el corazón de Dios, buscando conocer aquello que se conoce y se intuye a partir del texto. La CONTEMPLACIóN es anticipo de la eternidad, pues según Jn 17, 3 “la vida eterna es que te conozcan a ti, Padre eterno y a tu enviado”. Es esto lo que se busca en la contemplación: conocer en profundidad a Aquel que da sentido a todo lo que creemos, a nuestro Dios, que es Uno y Trino. En este sentido, el texto nos da pistas, pero el profundizarlos, eso depende de la correspondencia y de la apertura de cada uno al Señor, que sale a nuestro encuentro y quiere que lo conozcamos, para esto nos da los medios y la gracia para conocerlo. Para la CONTEMPLACIóN no es suficiente ser inteligente, sino que se necesita ser una persona con sed de Dios, con ganas de conocerlo y amarlo, de buscarlo y encontrarlo. De ahí que la CONTEMPLACIóN lleve a ese encuentro personal y dialogal con el Señor, es adentrarse en el texto llegando al corazón del Señor. 4.1 CóMO hacer la CONTEMPLACIóN. Todos tenemos el texto escrito, podemos conocer el contexto donde fue escrito, la situación que generó dicho texto escrito, la finalidad del escritor sagrado, la forma como lo transmitió, pero todo esto puede ser simple información sino se consigue trascender toda esa información, haciéndola vida. Centrarse en Jesús. Visualizar. Coloquio. En grupos. 4.2 Riesgo. En la CONTEMPLACIóN el riesgo es mínimo, pues ahí no existe la manera de conocer si hubo o no encuentro. La CONTEMPLACIóN es la oración más pura y profunda, allí cada uno se relaciona con el Señor de acuerdo a su propio crecimiento espiritual y a la respuesta y docilidad a la gracia. 5. Acción. ¿Qué va a cambiar? Siempre es bueno recordar que la Palabra del Señor no es solo para ser conocida, sino que ella debe ser hecha vida (Mt 7, 21), y debe ser el fundamento de nuestras actitudes y de nuestros gestos (Mt 7, 24-27), porque son bienaventurados: “los que escuchan la Palabra y la ponen en práctica” (Lc 11, 28). Esto es el fundamento del quinto paso de la Lectio Divina, el ACTUAR, el vivir, el hacer vida aquello que fue reflexionado y rezado. Si de verdad hubo encuentro de corazón a corazón con el Señor, no se puede seguir siendo el mismo, algo debe cambiar, de alguna manera se debe vislumbrar aquello que fue conocido. La Palabra del Señor es una propuesta de vida, es un estilo de vida, una manera de vivir la vida, pero no es información, sino Buena Nueva, ella es para ser asumida y vivida. De ahí la necesidad de iluminar la propia vida con esa Palabra y ver de qué manera uno se está identificando y asumiendo ese estilo de vida. Es en este sentido donde el Actuar es un mirarse a uno mismo y sincerarse a sí mismo, viendo dónde uno está parado y, a la luz de eso, ver qué se puede hacer para hacer vida ese proyecto que el Señor nos deja en su Palabra. El ACTUAR es un mirarse a uno mismo, es buscar las actitudes y la manera de vivir el mensaje que se ha encontrado y que es propuesta para mé, hoy, aquí y ahora. 5.1 Riesgo. El riesgo en el ACTUAR es que las personas no apliquen el texto a su vida, sino que lo apliquen a la vida de los demás, dando recetas para todos, menos para sí mismas. A su vez, es bueno recordar que en el mundo de la vida espiritual todo es gracia y don, y ahí es el Señor quien actúa y se manifiesta y que nosotros apenas somos receptores de su amor, siendo así, tener cuidado para no caer en un voluntarismo e individualismo obsesivo, donde uno dice: "voy a hacer y lo voy a hacer, porque yo quiero". Eso no, en cambio, sí es importante escuchar aquello que el Señor está iluminando e inspirando por medio de su Palabra, escuchar y ver su voluntad por medio del texto que se está reflexionando.
Si no se tiene el texto escrito de la Biblia, será simplemente imposible hacer la Lectio Divina. De ahí que el primer paso es poseer una traducción fiel y actualizada de la Sagrada Escritura que posibilite conocer fielmente el texto original y no quedarse en interpretaciones, y menos en adaptaciones que, muchas veces, son manipulaciones del texto.
La lectura es una experiencia de encuentro con el Señor que nos habla por medio de su Palabra escrita, que nosotros lo debemos escuchar con atención, pues es nuestro Dios el que nos está hablando.
Una persona lee (proclama, transmite) la palabra, los demás del grupo siguen la lectura desde su Biblia, escuchando con fe la lectura. Esta es la manera tradicional como se lee la Biblia en las celebraciones litúrgicas.
Se le pide a dos personas que proclamen el texto de la Escritura, de forma alternada y sucesiva.
Es una manera que favorece la participación de todos los integrantes del grupo, promoviendo una lectura atenta y dinámica. Es una forma de implicar y comprometer a los participantes, para que nadie esté de manera pasiva, como un espectador en la reunión.
Es la mejor manera de leer, si bien la más difícil, pues requiere el doble de atención y concentración. Para realizarla, se distribuye el texto haciendo que una persona haga de Lector, otra asuma el papel de Jesús, una tercera o una cuarta el de los otros personajes. Es una lectura dinámica, que favorece la atención, donde se puede ver mejor el sentido de la lectura, pues se identifica quién dice lo que dice y se caracteriza lo que dice, facilitando así la comprensión del mismo.
Es un recurso útil, práctico, fácil e implicante para la lectura, principalmente en medios rurales, con campesinos o en las comunidades barriales, donde no todos tienen el texto de la Escritura, y en algunos casos tampoco saben leer. En esas circunstancias se busca hacer una lectura atenta, las veces que sea necesaria y posteriormente se le pide a que alguien del grupo, cuente, relate lo que escuchó, lo más fiel y estrictamente posible, siguiendo paso a paso el relato, sin comentarios personales ni agregados, ni adornos, naturalmente esto con la Biblia cerrada. Es simplemente recontar aquello que fue escuchado.
Es una manera informal de asumir lo que fue leído, donde cada uno va repitiendo libre y espontáneamente aquello que más le tocó y que más le gustó de lo que fue leído. La mejor manera es repetir la frase, o versículo más significativo y que el grupo escuche, pero en algunos casos el grupo repite aquello que fue compartido.
Algunos materiales que siguen la metodología de la Lectio Divina, facilitan algunas preguntas sencillas, que buscan llamar la atención del lector a algunos aspectos significativos que tiene el texto. Estas preguntas buscan favorecer la comunicación y el compartir en grupo, buscando que cada uno transmita aquello que descubre en la Palabra, lo que conoce de ella o lo que ve como novedad.
Una manera un poco más complicada pero también muy rica, es ver los verbos del relato, viendo si están en presente, en futuro, en pasado. Teniendo en cuenta lo que significan y lo que quieren decir con eso.
Existen métodos de lectura que se detienen en ver el cuándo, el dónde, el quién y el cómo del relato, en vista al para qué. Son métodos de lectura que dan mucha atención al rol de los personajes, viendo lo que dicen y lo que quieren decir, en vista al sentido del mismo.
Nuestro interés básico y fundamental es conocer al Señor Jesús, lo que hace, lo que dice, lo que siente, cómo actúa y su manera de relacionarse con el Padre y con la gente. Es por esto que después de reflexionar sobre el pasaje, debemos parar y mirar al Señor Jesús, buscar fijarse solo en él. Ver lo que el texto dice sobre lo que hizo o dijo. Si el texto menciona algún detalle, jerarquizarlo. Pero centrarse en él y mirarlo fijamente, acompañarlo si va caminando, escucharlo de cerca y buscar fijarse en sus ojos para ver su corazón.
En la meditación entra la razón y la inteligencia, en la CONTEMPLACIóN, la imaginación y la sensibilidad a lo espiritual. Queriendo conocer al Señor, detenerse; utilizar todos los recursos que se disponga para visualizar el pasaje que se está reflexionando. Ver los detalles, situarse en el momento y en el cuándo se realiza. Ser uno más de los que están con el Señor, colocarse uno a su lado, mirarlo, verlo, escucharlo, prestar atención a sus palabras. Mirarle al Señor, fijarse en sus ojos, dejar que él nos mire a cada uno de nosotros, quedarse en el silencio de una mirada penetrante que llega hasta lo más hondo del ser de uno mismo.
Estando en esa situación de mirada mutua, siendo inundados por el amor que el Señor da, buscar el diálogo con él, el coloquio de corazón a corazón. A partir de aquello que fue dicho, que eso sirva para ir más allá del texto, ser capaces de interrogar y conocer al Señor, preguntarle sobre lo que siente, el porqué hace lo que hace o dice lo que dice. Compartir con él lo que uno siente ante esa situación, lo que piensa de lo que él dijo o hizo y que eso genere el diálogo con él; hablarle, contarle, preguntarle, pero a su vez darle tiempo para que él responda y se dé a conocer, y allí está la oración del silencio, del escuchar, del prestar atención, de oír al Señor en lo más profundo del corazón, donde solamente lo pueden oír los que lo quieren oír, pues él habla en el fondo del alma y su voz es clara para aquellos que tienen el corazón abierto. A esto se le llama CONTEMPLACIóN.
Cuando la Lectio Divina se hace en grupos, el momento de la contemplación puede hacerse en silencio, de acuerdo a la madurez del grupo. Pero también se puede leer el texto escrito que en algunos materiales se facilita, dando espacio para ese encuentro personal con el Señor, con espacios de silencio, para que aquello que fue escuchado sea asimilado y a su vez cada uno pueda decirle al Señor lo que está sintiendo en ese momento.