La oración de María
Pbro. Ernesto María Caro
Si queremos que nuestra oración y la oración de la iglesia sea verdaderamente una fuente de crecimiento espiritual, ésta debe ser como la oración de María, es decir ha de ser simple. Es la oración que brota del corazón, de aquellos que saben, como María, que la felicidad está en hacer la voluntad del Padre; para ellos no hay lugares especiales, ni posiciones, ni palabras. Cualquier momento y lugar es apto para decir: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se goza en su presencia”. Perseverante y confiada. María sabe por experiencia que los planes de Dios no siempre son los nuestros y que hay que esperar contra toda esperanza, pues las promesas de Dios son realidad. No sabemos cómo, ni cuándo Dios nos dará lo que pedimos, pero sabemos, como María, que Dios nos ama y que nos dará cuanto necesitemos.
De alabanza: El hombre acostumbrado sólo a pedir, aprende de María, que la oración ha de ser ante todo de alabanza. El cristiano ha de ser un hombre que se gloría en Dios.
Desde el corazón: la oración cristiana, como la de María, no está formada de muchas palabras sino ante todo de una atención humilde al misterio de Dios que se realiza en el silencio del corazón. En conclusión podemos llamar “oración mariana”, a la oración sencilla, basada en la alabanza, que surge del corazón del cristiano, y que se hace perseverante y confiada ante el Dios que todo lo puede, ante el Dios que le ama como a su propio Hijo.