Vida de María

Pbro. Ernesto María Caro

Conozcamos los aspectos más generales sobre nuestra Santísima Madre, la Virgen María, profundicemos un poco en su misterio, conociendo más sobre su vida, su culto y su intercesión. Empecemos pues diciendo que, la primera comunidad centró toda su atención en el misterio pascual de Cristo, y que solo poco a poco y con el paso de muchos años se fue poniendo por escrito los elementos que eran necesarios para que la fe de la Iglesia en Cristo Resucitado se solidificara (pensemos que el primer evangelio se escribiría unos 20 años después de la resurrección de Cristo). Sin embargo, al mismo tiempo que la Iglesia iba poniendo por escrito la "vida de Cristo", fue incluyendo en sus escritos la presencia de María, la cual aparecerá siempre de modo discreto, pero fundamental para comprender el misterio de la redención. Todo esto ha hecho que no sea fácil precisar muchos de los elementos históricos de la vida de Cristo ni de María y que se tenga que recurrir a elementos extrabíblicos para acercarnos a los acontecimientos narrados por la Escritura, ya que por ejemplo si bien ésta dice que Jesús nació en tiempos de Herodes el Grande, no menciona la fecha, la cual ha tenido que ser calculada por otros medios, los cuales no siempre han sido precisos.

Dado que una de las fuentes en las que se han basado las fiestas y con ello la vida de María, sobre todo antes de la Anunciación, son los evangelios apócrifos, en especial el protoevangelio de Santiago, algunas cosas que sabemos de ella no pasan de ser, en el mejor de los casos, leyendas, siendo algunas de ellas producto de la mente enamorada del autor (por ello la Iglesia nunca los ha aceptado como escritos canónicos y aun se discute en círculos teológicos y bíblicos su uso como fuente de información confiable). Por ello, los datos que propondremos, los hemos tomado o de la Escritura o del uso común, según se vivía en aquel tiempo. Si pensamos que María debía tener entre 14 y 16 años cuando se casó con José ya que esta era la edad en que las muchachas hebreas contraían matrimonio, podemos decir que María debió nacer cerca del año 23 o 20 a.C. Este dato es aproximado y tiene en cuenta el error de cálculo sobre la fecha del nacimiento de Cristo, el cual debió ocurrir muy posiblemente en el año 4 a.C. (es decir 4 años antes de la fecha en que se supuso por muchos años y que marcó nuestro calendario).

De la vida de María antes de la Anunciación no sabemos nada. Por una muy antigua tradición se les ha atribuido el nombre de Ana y Joaquín a sus Padres, los cuales muy posiblemente vivirían en Nazaret. Según la costumbre judía María habrá realizado su desposorio (parte legal del matrimonio judío en el cual se obtienen todos los derechos y obligaciones de los esposos), con un joven (quizás de unos 27 años) llamado José, originario de Belén, posiblemente entre el 9 y el 6 a.C. (cf. Mt 1,16; Lc 1,27). Se presume que la Anunciación del ángel y la concepción de Jesús haya sido entonces en el año 5 a.C. (cf. Lc 1,26-38). Sabemos por la Escritura que inmediatamente se puso en camino para visitar a su prima (Lc 1,39), lo que indica que la vista ocurrió dentro del mismo año. Al regreso de su visita a santa Isabel, y después de la visita del ángel a José para explicarle el misterio, se realizó la ceremonia religiosa y la fiesta de bodas de José y María, a partir de la cual empezarían a vivir juntos (Mt 1,24). Debido al censo, José y María tuvieron que trasladarse a Belén (Lc 2,1) en donde nació Jesús probablemente en la primavera del año 4 a.C. A los 8 días, de acuerdo a la Ley judía, José lo llevó para que fuera circuncidado seguramente a la sinagoga de Belén (Lc 2,21). A los 40 días del nacimiento de acuerdo a la Ley, María debía purificarse del parto, por lo que la joven pareja subió al templo de Jerusalén en donde presentaron al niño al Señor y tuvieron el encuentro con Simeón y Ana, la profetiza (Lc 2,25-38).

Los datos de cuándo regresó María y su familia a Nazaret no son claros, ya que por un lado Lucas, después de la presentación en el Templo nos indica que regresaron a Galilea, mientras que Mateo, que no habla de este evento, nos presenta la llegada de los magos de oriente (Mt 2,1-11), la huida de la Santa Familia a Egipto (Mt 2,13-14) y la muerte de los inocentes (Mt 2,16-18) y solo hasta la muerte de Herodes, el regreso a Nazaret. De acuerdo a algunos informes, Herodes habría muerto posiblemente en el año 4 d.C. Por ello una posible reconstrucción de esta etapa de la vida de la santa familia sería: Después de la presentación en el Templo, es muy posible que la santa familia haya regresado a Belén, de donde era originario José. En ese lugar se haya establecido por espacio al menos de un año (dado que Herodes mandará matar a todos los niños menores de 2 años). Durante este período ocurrió la visita de los magos (32 a.C.), enseguida la familia se fue a vivir a Egipto en donde permaneció por espacio de unos 4-6 años, para luego, avisados por el ángel (Mt 2,19-21) de la muerte de Herodes regresar a Israel y posteriormente dirigirse de nuevo a Nazaret en donde transcurriría el resto de su vida hasta la manifestación pública de Jesús (Mt 2,22-23).

Podemos decir que a partir del año 6 d.C. la familia vivió establemente en Nazaret. Cada año, según la tradición judía, se hacía una peregrinación al Templo de Jerusalén. De acuerdo a san Lucas, cuando Jesús cumplió 12 años, es decir cuando alcanzó la ciudadanía y todos los derechos y obligaciones de un judío, fueron como de costumbre al Templo (Lc 2,41-50). Esta ocasión servirá a Jesús para recordarles a sus padres, que aunque el tiempo va pasando y nada extraordinario sucede en sus vidas, el es Hijo de Dios, destinado a ser la luz y la salvación del mundo. Después de este suceso, la vida de José y María transcurrirá normalmente en Nazaret (Lc 2,51). Durante este período, de acuerdo a una muy antigua tradición y dado que no se vuelve a mencionar a José, la Iglesia ha creído que José murió santamente muy posiblemente cuando Jesús habría tenido unos 25 años, (ya que para ese entonces ya sería un carpintero reconocido que trabaja junto con su padre, como lo mencionan los evangelios). Contrario a lo que se ha difundido sobre la figura de José, al cual se le ha hecho aparecer como un viejito, con el fin de proteger la virginidad de María, podemos suponer que moriría a la edad de 50 o 52 años.

La siguiente vez que aparece María en escena es en la bodas de Canán (2730 d.C.) (Jn 2,1-11). Es difícil saber que tanto acompañaría María a Jesús en sus viajes apostólicos. Lo más posible, de acuerdo a la mayoría de los autores, es que solo esporádicamente lo acompañara, por lo que su vida continuaría "normalmente" en Nazaret. Sin embargo, no hay razón tampoco para dudar que Jesús la visitaría con mucha frecuencia sobre todo si tomamos en cuenta que la mayor parte de su ministerio lo realizó en Galilea. Una indicación de esto la tenemos en el evangelio de Mateo y sus paralelos en los sinópticos (Mt 12,46-50; Mc 3,31-35; Lc 8,19-21), en donde se nos narra que al menos una vez María fue a visitar a Jesús mientras éste ejercía su ministerio. Es muy posible que, todos los años subiera con María a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Algunos autores piensan que si esto fue así, lo más posible es que se quedara en casa de Lázaro, en Betania. Esto explica el hecho de la presencia de María en la Crucifixión (Jn 19,25-27). María, muy posiblemente avisada por alguno de los discípulos, habría estado presente en todo el proceso del juicio y de la crucifixión de su hijo. Finalmente, recibirá el cuerpo de Jesús y lo acompañará hasta el sepulcro. Esa noche muy posiblemente habrá regresado a casa de Lázaro en Betania.

Después de la crucifixión de Jesús, la próxima referencia directa que tenemos sobre María es su presencia en Pentecostés, en donde, junto con los demás discípulos "perseveraba en oración". Por ello, se han hecho muchas conjeturas sobre si Jesús se apareció a María y cuando fue esto. Uno de los datos que llama la atención es el hecho de que María no estuviera con el grupo de mujeres que fueron a primera hora a visita el sepulcro. Una de las suposiciones es que Jesús se le haya aparecido inmediatamente después de la resurrección, es decir antes que a los primeros que fueron a la tumba y la encontraron vacía; esto explicaría - dicen - el hecho de que María no fuera, pues ya lo habría visto resucitado. Otro grupo de teólogos afirman que, de acuerdo al Evangelio, María es presentada siempre como la mujer de fe y como la mujer que manifiesta en sí las "Bienaventuranzas"; de manera que basados en el Evangelio de Juan, en el que Jesús llama "bienaventurados a la que "sin ver han creído" (Jn 20,29) suponen que, Jesús se presentaría a María, solo después de que la noticia fue conocida por los primeros testigos de la resurrección. De esta manera María aparece como el modelo de la fe y del cristiano, de los que sin haber visto a Jesús creen que está vivió, de los que ya antes de haber recibido el anuncio de la resurrección, han aceptado las palabra de Jesús: Resucitaré. Sin embargo todo queda en posibilidades.

La vida de María después de la resurrección fue totalmente unida a la comunidad. Desde el día de la crucifixión viviría con san Juan (Jn 19,25) y en estrecha comunión con los demás miembros de la Iglesia naciente. La veremos de nuevo en el Cenáculo, lugar en que se reunía con periodicidad la primera comunidad, orando y pidiendo el cumplimiento de la promesa del Espíritu Santo (Act 1,14). Después de Pentecostés no volveremos a tener referencia bíblica sobre su vida. Por una muy antigua tradición sabemos que vivió durante mucho tiempo en Efeso con san Juan y que muy probablemente ahí mismo murió y fue llevada al cielo (hay algunos que afirman que murió en Jerusalén). En cualquier caso, como dice el Concilio al citar el dogma de la Asunción "llegado el final de su vida terrena, María fue asunta al cielo en cuerpo y alma" (DS 3903).

MARIA: LITURGIA-FIESTAS

Ya para el segundo siglo, el amor a María había crecido tanto en la comunidad que este se empezó a manifestar en muy diversas formas, entre ellas el arte y la liturgia. Prueba de ello es uno de los frescos más antiguos que se han encontrado referentes a María. En las catacumbas de santa Priscila en Roma se puede apreciar una pintura hecha en la pared en donde se ve a María sosteniendo al niño y en el fondo lo que se supone sería el profeta Isaías. Con esto la comunidad reconoce que Jesús es el Mesías esperado. Con el fin de fortalecer nuestra espiritualidad mariana, veremos las fiestas marianas más importantes, su desarrollo y fundamento, con el fin de vivirlas con toda su riqueza. "El Sacrosanto Sínodo enseña en particular y exhorta al mismo tiempo a todos los hijos de la Iglesia a que cultiven generosamente el culto, sobre todo litúrgico, hacia la Bienaventurada Virgen, como también estimen mucho las prácticas y ejercicios de piedad hacia ella, recomendados en el curso de los siglos por el Magisterio, y que observen religiosamente aquellas cosas que en los tiempos pasados fueron decretadas acerca del culto de las imágenes de Cristo, de la Bienaventurada Virgen y de los Santos." SC 67.

La Iglesia, reconociendo el papel fundamental que Dios le asignó en la historia de la Salvación a la Santísima Virgen María, desde sus primeros años, ha desarrollado un gran amor y veneración por ella, el cual se ha convertido con el paso de los años en culto, el cual es llamada de Hiper-Dulia (Dios recibe culto de "Latría", es decir de adoración, La Virgen de Hiper-Dulia es decir sobre-veneración, y los santos de "Dulia" que es decir de veneración). Por ello a lo largo del calendario litúrgico se han ido agregando las fiestas que nos recuerdan, ya sea su participación en el misterio de la salvación, o su constante presencia en la vida de la Iglesia por medio de sus apariciones. Podemos decir que existen 4 grandes fiestas dedicadas a honrar a nuestra Madre Santísima: La Solemnidad de la Maternidad Divina (1Enero); La Solemnidad de la Anunciación La Encarnación (25 Marzo); La Solemnidad de la Asunción (15 Agosto); y la Solemnidad de la Inmaculada Concepción (8 Diciembre). "En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con especial amor a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con un vínculo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo; en ella mira y exalta el fruto excelente de la redención y contempla con gozo, como en una imagen Purísima, aquello que ella misma, toda entera, desea y espera ser" CIC 1172.

La Iglesia empieza el Año Nuevo de muy diferente forma que el mundo secularizado; prácticamente ignora las fechas del año civil, en cuanto expresan un continuo circuito sin fin de años. Para la Iglesia empezó con Cristo un tiempo totalmente nuevo (Kayros) que continúa hacia una sola fecha: El retorno glorioso del Señor, al final de los tiempos. Por ello la Iglesia ha colocado, dentro de la renovación litúrgica, al inicio del año del calendario la Solemnidad de la Maternidad Divina, de María llamada también "María, Madre de Dios". Esta, siendo una de las fiestas más antiguas de la Iglesia (posiblemente se inició en el siglo III), nos hace reconocer que la Iglesia, como María, siempre está grávida de los hijos de Dios; además nos la propone como ejemplo para cada uno de nosotros al inicio del año. Al contemplar el misterio de la Maternidad Divina, estamos contemplando el misterio de la cooperación humana al proyecto salvífico de Dios, al cual todos, de maneras muy particulares, hemos sido invitados a participar. "En la nueva ordenación del período natalicio, nos parece que la atención común se debe dirigir a la renovada solemnidad de la Maternidad de María; ésta, fijada en el día primero de enero, según la antigua sugerencia de la Liturgia de Roma, está destinada a celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la Madre Santa, por la cual merecimos recibir al Autor de la vida" Marialis Cultus (MC) 5.

La segunda solemnidad que celebramos en el ciclo litúrgico, es la Anunciación, también llamada "Fiesta de la Encarnación del Señor". Esta fiestas Solemne se celebra el 25 de Marzo y conmemora el momento glorioso en el que la Redención se hace un acto concreto, pues con la Encarnación del Verbo, el proyecto de Dios para la salvación del mundo llega a su cumplimiento enviando al mundo al Emanuel, es decir al Salvador, a Jesús, el salvador. Es también una fiesta en la que celebramos la cooperación total del hombre al proyecto de Dios. María, responde toda la humanidad, aceptando tomar parte ACTIVA en la redención del mundo. Por su voz, todas las criaturas dan el Si definitivo a Dios. La fiesta solemne de este día nos invita a seguir las huellas de la fe de María: una fe generosa que se abre a la palabra de Dios, que acepta la voluntad de Dios, sea cual sea y se manifieste como se manifieste; una fe fuerte que supera todas las dificultades, incomprensiones y crisis; una fe activa, que desea colaborar vigorosamente en los designios de Dios sobre nosotros. "Memoria de un momento culminante del diálogo de salvación entre Dios y el hombre y conmemoración del libre consentimiento de María y su colaboración al plan de la redención". MC 6.

Nuestra tercer gran Solemnidad es la fiesta de la Asunción de María la cual celebramos el 15 de Agosto. Esta fiesta es llamada también (sobre todo por la Iglesia Oriental "La Dormición de María"). Esta es una de las fiestas mas antiguas (probablemente ya celebrada en Oriente en el siglo V) lo cual testifica la fe que la Iglesia ha tenido siempre en el hecho de que María, murió, como todos los humanos, pero que inmediatamente fue llevada en cuerpo y alma al cielo, convirtiéndose así en el modelo de la humanidad redimida y glorificada. En la Asunción, la Iglesia celebra el triunfo de la humanidad y contempla en María, lo que un día seremos todos los cristianos, que como María han sabido ser fieles al Señor hasta el final. "La solemnidad del 15 de agosto celebra la gloriosa Asunción de María al cielo: fiesta de su destino de plenitud y de bienaventuranza, de la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Cristo resucitado; una fiesta que propone a la Iglesia y a la humanidad, la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final". MC 6.

La última grande fiesta de María Santísima es la "Conmemoración" de la Inmaculada Concepción que se celebra el 8 de Diciembre. Esta fiesta fue celebrada ya en el Oriente probablemente desde el siglo VI. En ella celebramos la imagen perfecta del hombre pensado por Dios: sin pecado. Celebramos el llamado de Dios a vivir una vida de santidad, en obediencia y amor al Señor. La fiesta de María Inmaculada, nos presenta a María como la mujer que desde el primer momento de su concepción fue exenta de pecado, la mujer "llena de gracia" (Lc 1,28) que deposita en Dios toda su confianza y que no tiene otra preocupación que el "hacer la voluntad del Señor" (cf. Lc 1,38). "... la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano. Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue "enriquecida desde el primer instante de su concepción" (LG 56) le viene toda entera de Cristo: Ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo" (LG 53). El Padre la ha "bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" (Ef. 1, 3) más que a ninguna otra persona creada. El la ha "elegido en él, antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor" (Ef. 1, 4)." CIC 492.

Después de la grandes Solemnidades, tenemos las FIESTAS en las que celebramos alguno de los momentos importantes de la Historia de la Salvación en el cual María ha tomado parte de manera especial. Estas las podemos dividir en "bíblicas" y "populares". Las primeras emergen de la misma Escritura y están en íntima relación con Jesús como son: La presentación de Señor (2 Febrero), La visitación de María a Isabel (31 Mayo) y Navidad (25 de Diciembre). Las segundas se pueden dividir en "apariciones" y "legendarias". Las primeras nos ayudan a recordar el mensaje dado por nuestra Madre Santísima al mundo a través de alguna de sus apariciones. Mencionamos las de carácter universal (Pues en cada país estas pueden variar en importancia): Nuestra Señora de Lourdes (11 Febrero); La Virgen de Fátima (13 Mayo); La Virgen del Carmen (Julio 16); Nuestra Señora del Rosario (7 Octubre); La Medalla Milagrosa (27 de Noviembre); Solemnidad de Santa María de Guadalupe (12 de Diciembre). Entre las fiestas "legendarias" tenemos: María Reina (22 de Agosto); El Nacimiento de María (8 de Septiembre); Nuestra Señora de los Dolores (15 de Septiembre) y La presentación de María (21 de Noviembre). "ÂÂÂ… Ni debe olvidarse que el Calendario Romano General no registra todas las celebraciones de contenido mariano: pues corresponde a los Calendarios particulares recoger, con fidelidad a las normas litúrgicas pero también con adhesión de corazón, las fiestas marianas propias de las distintas Iglesias locales. Y nos falta mencionar la posibilidad de una frecuente conmemoración litúrgica mariana con el recurso a la Memoria de Santa María "in Sabbato"" MC 9.

Una de las fiestas más antiguas, es la Presentación del Niño o también llamada la Purificación de María (2 de Febrero). Esta es una memoria conjunta del Hijo y de la Madre. En 512 se le da mayor solemnidad, con procesiones de antorchas, cristianizando las fiestas paganas romanas que tenían lugar en febrero con antorchas y ritos de purificación. Como la imagen que representa este misterio es generalmente la de la Santísima Virgen con el niño en sus brazos, se le llegó a dar un matiz mariano a la fiesta, y por las velas -candelas- se le dio el nombre popular de Nuestra Señora de la Candelaria. Es común ver con la imagen, "las dos palomitas" signo de la ofrenda hecha. La otra fiesta importante que emerge de la Escritura es la fiesta de la visitación. La celebración de esta fiesta es muy antigua. Fue establecida definitivamente por el Concilio de Basilea en 1441. En la renovación litúrgica posterior al Concilio Vaticano II, se fijó esta nueva fecha para que quedara más lógica la secuencia: Anunciación (marzo 25), Visitación (mayo 31) y Nacimiento de San Juan Bautista (Jun. 24).

La Iglesia, buscando ante todo el promover y hacer conocer los mensajes dados por la Santísima Virgen al mundo en sus apariciones, ha instituido fiestas litúrgicas, en las cuales ha seleccionado los pasajes de la Escritura que hacen referencia a sus palabras y elaborado oraciones que nos hacen entender el papel que tiene María todavía en nuestra vida cristiana. Ella como madre amorosa no deja de preocuparse por la salvación de sus hijos, buscando continuamente el que éstos lleven una vida conforme a la verdad y al amor de Dios. Por ello, el participar ese día de la celebración Eucarística no solo nos ayuda a recordar algunas de las palabras de María, sino que éstas, acompañadas por la exhortación de la Sagrada Escritura y la fortaleza que se recibe en la Comunión, nos ayudan a perseverar en nuestro camino de perfección cristiana.

Recordemos siempre que las apariciones y mensajes de María, siempre tienen algo que decirnos, son siempre ayuda eficaz en la vida de la conversión y del amor. " La necesidad de una impronta bíblica en toda forma de culto es sentida hoy día como un postulado general de la piedad cristiana. El progreso de los estudios bíblicos, la creciente difusión de la Sagrada Escritura y, sobre todo, el ejemplo de la tradición y la moción íntima del Espíritu orientan a los cristianos de nuestro tiempo a servirse cada vez más de la Biblia como del libro fundamental de oración y a buscar en ella inspiración genuina y modelos insuperables. El culto a la Santísima Virgen no puede quedar fuera de esta dirección tomada por la piedad cristiana" MC 30.

Nueve meses después de la celebración de la Inmaculada Concepción (8 de Diciembre), la Iglesia celebra el Nacimiento de María Santísima (8 de Septiembre), fiesta que se deduce implícitamente de la vida de Jesús y María. La Fiesta nació en el Oriente en el siglo IV y muchos de los elementos que se conmemoraban y se destacaban en su celebración litúrgica provienen de los Evangelios Apócrifos, de manera particular del Protoevangelio de Santiago (escrito del siglo II), el cual narra una serie de acontecimientos, más que históricos, legendarios. Este escrito no tiene para nada el carácter histórico y doctrinal de los escritos de la Biblia, sin embargo, ha proveído de algunos elementos que, sin que sean totalmente históricos, presentan una posible realidad de la vida de María en algunos de sus aspectos. Entre ellos podemos mencionar los nombres de los papás de María (Joaquín y Ana). "Después de estas solemnidades se han de considerar, sobre todo, las celebraciones que conmemoran acontecimientos salvíficos, en los que la Virgen estuvo estrechamente vinculada al Hijo, como las fiestas de la Natividad de María (8 septiembre), "esperanza de todo el mundo y aurora de la salvación"" MC 7.

Los relatos relativos a la presentación y estancia de María en el Templo, fueron siempre tenidos en gran consideración en Oriente, donde la celebran como una de las doce grandes fiestas de precepto. La fiesta se originó muy posiblemente en Jerusalén. El primer dato es el de la dedicación de una iglesia -en honor a la Presentación- en las cercanías del templo el 21 de noviembre de 543, destruida por los persas en 614. Cualquiera que sea la realidad del hecho, lo que interesa a la liturgia y a la piedad, es el valor religioso y teológico del episodio de la Presentación. Esta es otra de las fiestas extraídas del Protoevangelio de Santiago, del cual históricamente no se puede aceptar que María haya sido presentada en el templo y mucho menos que haya vivido en él, sin embargo, el relato se acepta como símbolo de una verdad más alta: la de la total consagración a Dios por parte de la Virgen desde los primeros momentos de su existencia. Desde la época más remota, la Iglesia ha venerado la sublime santidad de María y muy pronto la piedad cristiana se detuvo en la misteriosa preparación de este ser elegido para una misión tan especial. Valores que encontramos en Occidente en el dogma de la Inmaculada Concepción y en Oriente en esta fiesta.

Los Padres de la Iglesia y los textos litúrgicos ven en este episodio los años de preparación -sostenida por el Espíritu Santo- dirigida al servicio del Señor. La fiesta constituye, además, un tributo a María, considerada como el nuevo y verdadero templo del Señor. Por la encarnación en Ella del Dios-Verbo, María llegó a ser de modo eminente templo de Dios.

Las fiestas de Nuestra Señora de los Dolores (15 de Septiembre), la Coronación de María o María Reina (22 de agosto), Nuestra Señora del Refugio (4 de Julio) junto con muchas fiestas más, obedecen a la piedad popular que va asociando a María Santísima con sus virtudes y prerrogativas, así como con algunos pasajes de su vida, que aunque no documentados, se suponen obvios, como es el caso del dolor que debió padecer al pie de la cruz. Por lo que se refiere al título de Reina, este es atribuido a María por la tradición cristiana al menos desde comienzos del siglo IV. Entre otros títulos reales aplicados a la Virgen, éste fue ganando terreno progresivamente en el uso del Pueblo de Dios, hasta llegar a ser del dominio común en la Iglesia. En 1954 Pío XII publica la encíclica Ad Coeli Reginam que es el principal documento del magisterio sobre la realeza de María, e instituye su fiesta litúrgica, la cual se fija, una semana después de la fiesta de la Asunción, ya que fue al culminar ésta cuando "la Santísima Virgen es coronada de gloria en la celestial bienaventuranza". "En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con especial amor a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con un vínculo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo; en ella mira y exalta el fruto excelente de la redención y contempla con gozo, como en una imagen Purísima, aquello que ella misma, toda entera, desea y espera ser" SC 103; CIC 1172.

A lo largo de esta catequesis hemos podido ver cómo el culto especial a María nació espontáneamente de la fe y del amor filial del pueblo de Dios y se ha convertido en un "elemento intrínseco del culto cristiano" formando "parte integrante" del mismo. En María, la Iglesia celebra el cumplimiento del misterio Pascual en su forma plena, semejante a la del Señor resucitado, puesto que realizó en cuerpo y alma su "paso" pascual de la muerte a la vida. De esta manera el culto cristiano se ve enriquecido con la celebración total del triunfo, no sólo de Cristo sino, que al celebrar a María celebramos nuestro propio triunfo dentro del misterio pascual de Cristo. María, como en Pentecostés, vuelve a reunirse con la Iglesia y en la Iglesia para pedir que el Espíritu Santo realice el misterio de la transubstanciación, para acompañar en la peregrinación al pueblo de Dios, para interceder y unirse a la misma oración de súplica, para volver a ofrecer con todo su corazón a Cristo, como lo hizo ante la cruz, para mostrarle a cada uno de los cristianos que el culto es la expresión más perfecta de adoración y sostén de la verdadera fe. Por ello, el culto a María nos ayuda a entender más el misterio interior de Dios, y a saber que contamos con una Madre amorosa que vela incesantemente por nosotros, ya que como dice el Concilio, su participación en el misterio de la salvación no ha terminado aun (LG 62), que continúa acompañándonos y protegiéndonos hasta que se realice en cada uno de sus hijos la victoria final sobre el mal y el pecado, y pueda tenerlos en su regazo en el cielo por toda la eternidad.