El catecumenado
Pbro. Ernesto María Caro
Después de los primeros años del cristianismo, para asegurar una correcta evangelización, se estableció en la iglesia la institución del “catecumenado”. Éste era un proceso de evangelización que podía tomar entre dos y tres años de preparación antes del bautismo. Los “catecúmenos” debían conseguir un padrino que los evangelizara y que les enseñara lo que significaba ser y vivir como cristiano. De esta manera se aseguraba que la “iniciación cristiana” se transformaría ante todo en un estado de vida, más que en un cúmulo de información. Así, el día de la Pascua, eran bautizados y al salir del agua, el obispo los ungía para que recibieran el sacramento de la confirmación y participaba por primera vez, junto con toda la comunidad cristiana del sacramento de la Eucaristía. ¡Sí!, la vida cristiana, era ante todo un estilo de vida vivida en la caridad y el servicio cotidiano.
El padrino
El padrino en la antigüedad tenía un papel fundamental en la evangelización, pues era el encargado de instruir en la vida cristiana a los aspirantes al bautismo. Por ello, si se quería ser cristiano, lo primero que se necesitaba era un padrino. Esto implicaba que el padrino, hombre o mujer, viviera cristianamente, participara de la vida de la comunidad y que diera testimonio de santidad. Durante el período de preparación (catecumenado), el padrino visitaba frecuentemente al futuro ahijado, lo preparaba, lo corregía y educaba en la fe. Hoy el padrino se escoge no por su vida cristiana, sino por simple amistad o conveniencia económica, más aún, que sea en ocasiones una persona que da mal testimonio de vida cristiana. Ser padrino es una gran responsabilidad.